jueves, 2 de septiembre de 2010

La belleza del silencio








Siempre hay un momento para detenerse y volver a los maestros. Cristóbal Balenciaga contaba una historia con sus maravillosas manos en cada nueva tela, pasamanería, encaje o sedas. Una estructura nacía como una catedral y la admiración daba paso al silencio. Resistió a la Segunda Guerra Mundial en París y al cierre de su casa de diseño, cuando la violencia desplegada de los alemanes y aliados no querían dejar un espacio a la belleza. Pero ahora su nombre sigue siendo una leyenda.
Y qué trabajo le tomó al diseñador francés Nicolas Ghesquière, salvar a la firma de la bancarrota en esta época de alocadas colecciones prêt-à-porter y millonarias campañas publicitarias. Aunque ya no están sus vestidos con el volumen clásico que creó, o la limpieza de sus trajes que cubrían la silueta femenina, o el brillo de una flor trabajada a mano, quedan esas fotografías como el testimonio del esplendor de una época, cuando un material desconocido llegaba a su taller y se convertía en un universo.

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