Nadie se lo esperaba, y de alguna forma renacieron los miriñaques y los temibles corsés del siglo XIX cuando la primera modelo apareció en la pasarela.
Pero aquí va la historia y el concepto del diseñador de querer convertir al denim en una pieza de colección, que rompa las barreras de lo cotidiano, y se transforme en una textura capaz de soportar las agresiones y al mismo tiempo ser tan encantadora como elegante.
Esa aura romántica estaba en los detalles y aplicaciones, en las capas de telas, en los bordados brillantes alrededor de las piezas. Es verdad, quizá nadie use los vestidos con antiguas crinolinas y corsés que corten la respiración; solo es una dosis de la inspiración que genera la figura femenina en la moda y el arte.
Esa noche cualquier chica podía ser parte del cuento, solo necesitaban cerrar los ojos y soñar con el vestido.
Fotografías. Claudia Lobe
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