En una ciudad con más de diez millones de
habitantes, ¿cuántas historias de amor se inician y cuántas terminan hoy en
Lima? Y ese final lo vimos en el desfile de Roger Loayza con las jóvenes con
los cabellos húmedos y los ojos marcados en negro de tanto llorar. Por momentos
las chicas parecían vírgenes o Sofía Loren con sus inmensos ojos, y es que no podías permanecer impasible si de
fondo tenías a Madonna cantando "Love don´t live here Anymore" de 1984. Las
modelos despertaban para nosotros de un mal sueño con mantitas y sweaters de
reminiscencia grunge para cubrir el
cuerpo y la pena.
Pero a pesar de la historia no fue una colección
triste, ni desolada. Porque aparecieron los vestidos de corte minimalista con
aplicaciones plateadas, y los corazones rotos parecían estrellas que habían
explotado como espejos rotos. Las carteritas con delicados pliegues y cadenas
eran pequeñas almohaditas donde recostabas tu cabeza para llorar por las noches. Los vestidos camiseros llegaron con estampados que parecían vidrios rotos pero
también mapas que se confundían en una ciudad interminable.
En su línea masculina los chicos salieron vestidos con impecables sweaters, corazones rotos y chaquetas en azul navy, con pantalones en rosa delicado y negro con corte recto.
Sus faldas plisadas perfectas en negro y bronce
brillaban con sus blusas y vestidos de azul acero con aplicaciones doradas para
la noche. Sus tacones metálicos de estilo Sabrina se convirtieron en las
compañeras ideales para caminar por una ciudad donde las estrellas se quedan al lado izquierdo, ahí donde estaba el corazón.
Fotos. Claudia Lobe